Los conejitos suicidas

Cuando Beky se incorpore, comenzaremos a ejercer nuestro papel de mujeres y cambiaremos la decoración del blog, un florero por aquí..., un peluche por allí..., llevaremos a Farlicas al veterinario a ver por qué tiene tan mal color... Pero mientras, para hacer tiempo, antes de comenzar con el lavado de cerebro para el que nos adoctrinan publicaciones científicas de la talla de Cosmopolitan o Vogue, comenzaré mi meteórico ascenso con un tema tabú. Voy a saltarme por una vez las normas no escritas de civismo, pudor, urbanidad, decoro y condecoro, todas juntas. Es hora de seguir transgrediendo fronteras en este blog. Hablemos de

LA OTRA CULTURA.

Y me refiero a esa, a la que no es en formato electrónico. A ese espectro marginal de gente que no lee en pantalla. ¿Qué tipo de disfunción padecen esos pseudoindividuos? No sabría decirlo. En cualquier caso, no son muchos y no son peligrosos. Se caracterizan por llevar una vida antisocial, huir del ruido, del humo y de las bebidas con gas y trepar a campanarios cada cuarto creciente. Según cuenta la leyenda, cada noche, antes de dormir, doblan sus pantalones de pinzas y los cuelgan en la silla de su escritorio, asegurándose de que no tienen ninguna arruga.

Esta mañana he intentado entrevistar a uno, pero cuando se ha dado cuenta de que mi bigote era postizo y no era un hombre, ha salido huyendo y se ha dejado olvidado un volumen de El Libro De Los Conejitos Suicidas.

Aunque no lleguemos a conocer los motivos, a veces, los conejitos deciden que están hartos de este mundo y no quieren seguir viviendo... más de 100 maneras estrafalarias que eligen para quitarse la vida.